Como es costumbre en las revistas de prestigio, la página dos de la públicación estaba dedicada a contar quienes eran los autores del invento. No ahorramos detalles, aunque es cierto que algunos canallas no quisieron aparecer con sus nombres auténticos, o al menos, completos.
Eran tiempos muy diferentes a los actuales, en los que nos tomábamos las cosas con una cierta ingenuidad. El atrevimiento de unos jóvenes que se empeñaron en sacar una revistilla de poesía, ilustrada como dios manda, sin tener mucha idea de lo que era el mundo editorial.
Conseguimos vender cientos de ejemplares, tanto por correo como directamente en la Facultad y en la calle. Llegamos a colocar una mesa junto a El Corte Inglés de Bilbao. Los anuncios que pusimos en las revistas underground de la época: Ajoblanco, Star, Ozono, nos permitieron llegar hasta las islas Canarias. Toma ya!
Otro día entro a enumerar las firmas que participaron en la revista.